Temporada 1
Esta es una estupenda serie, de nuevo de la HBO, sobre un psicoterapeuta y cuatro de sus pacientes. Y cuando digo que va de eso, es que va exactamente de eso: en cada episodio prácticamente lo único que vemos es la sesión de terapia del doctor Paul Weston (Gabriel Byrne) con quien le toque ese día. Es todo sentarse, hablar (o callar), sin música en absoluto más que cuando entran los créditos al final, y sin trucos de cámara ni efectos. En algunos episodios vemos también a la familia de Paul, que irá ganando en importancia más adelante (sobre todo su esposa), y también a la psiquiatra del propio psiquiatra. Eso promete y eso da.
Hace unos años, otra teleserie, '24', hizo del tiempo interno de la narración parte importante de su concepto: se supone que los hechos ocurren en tiempo real, y que por tanto, se puede coger los 24 capítulos de cada serie, verlos de un tirón durante un día entero y así recrear la sensación de vivir las aventuras de Jack Bauer al mismo ritmo que él (en realidad no funciona exactamente así, ya que son episodios de 40 minutos, no de 60, así que saldrían unas 17 horas, en vez de 24, pero al menos así uno tiene la posibilidad de ir al baño o comer algo, que al pobre Jack nunca le dejan). Bien, pues 'En terapia' también usa este concepto de tiempo interno como parte de sus guiones: en lugar de emitir un episodio a la semana, se emite uno cada día, de lunes a viernes, coincidiendo cada uno con el día en que le toca ver a cada paciente. Así, el lunes, Paul, que anda por los 50 años de edad, trata a Laura, una anestesista de 29 años, el martes a Alex, un piloto militar de 39, el miércoles a Sophie, una aspirante a gimnasta olímpica de 15, el jueves a Jake y Amy, una pareja de treintañeros embarazados, y el viernes es el propio Paul quien va a ver a una psicoterapeuta, Gina, de 60 años. El lunes siguiente volvemos a ver a Laura, el martes a Alex, y así sucesivamente semana tras semana. A cambio de emitir tantos episodios a la semana, éstos duran sólo entre 20 y 25 minutos cada uno (esta duración normalmente se reserva a telecomedias, no a series dramáticas), y la serie se termina en nueve semanas, en lugar de en 12-13 como las series típicas de pago, o veintitantos, como las de las cadenas en abierto. Aún así, cada semana acaba suponiendo producir una duración de unos 100-110 minutos netos, lo cual equivale a la de un largometraje convencional, y el número de capítulos llega a los 43. A pesar de que los requerimientos técnicos sean mínimos (el decorado es el mismo casi siempre, no hay efectos, ni casi música que añadir, y la mayoría de los enfoques son un plano-contraplano muy neutro), no deja de ser todo un esfuerzo impresionante.
La idea no es original de la televisión estadounidense, sino que es un remake de una serie israelí del mismo título ('Be'tipul', en hebreo), que según parece es un auténtico bombazo allí. Dejando aparte generalizaciones hechas por un extranjero, es cierto que el judaísmo es una religión de mucho leer, comentar y discutir sobre leyes y preceptos, que Israel es un país con una situación política donde es extremadamente importante lo que se piense sobre todos los temas posibles, y en fin, que en Estados Unidos hay una larguísima tradición de psicólogos y psiquiatras judíos, así que tiene sentido que sea algo que apele a la audiencia de ese país. A pesar de lo cual, y supongo que para distanciarse un tanto del original, el terapeuta protagonista en la versión americana es irlandés. En realidad, no se llega a decir nunca de dónde es Paul, pero Gabriel Byrne mantiene claramente su acento irlandés (de nativo, no de americano de segunda generación), y Alex en una ocasión le dice que tiene que hablar con "un compatriota suyo", sin mencionar qué patria es esa. Tampoco se nos dice nada sobre la religión de Paul, pero Byrne recibió la típica educación católica que se asocia con el país e incluso fue seminarista durante cinco años, hasta que lo dejó porque en realidad no tenía vocación y ni creía en Dios.
Ya de por sí la serie se centra puramente en las conversaciones entre el doctor y el (o la, o los) paciente(s), durante un tiempo extendido, casi exactamente como sería en el mundo real. El único ajuste es que una sesión de 50 mintos queda resumida en los 20-25 del episodio, así que a veces hay un poco de sobrecarga de información, pero por otra parte así vamos al grano y se aparta la parte aburrida que seguro que puede llegar a tener la vida profesional de un terapeuta, pasando una vez y otra sobre lo mismo. Si a eso añadimos el espacio temporal entre visita y visita (y capítulo y capítulo), es casi como ser terapeuta en la vida real: cada paciente desaparece de tu vida durante siete días, lo ves una hora, y cuando vuelva a la semana siguiente, puede ser el mismo o haberle pasado cosas importantísimas que afecten a la terapia. Si esto ocurre, entonces las reflexiones que el doctor haya hecho durante la semana pueden confirmarse, irse al traste, modificarse o dar un giro de 180 grados. Dependiendo de cuánto se meta uno en la serie o cuánto le molen las movidas estas, puede uno incluso a jugar a terapeuta: tomar un par de notas, conjeturar qué es lo que le pasa al paciente en realidad, cuál es su problema real aparte del que cuenta, o imaginar observaciones para hacerle. Ojo, observaciones, que no necesariamente preguntas, porque aunque Paul con frecuencia pregunta cosas, se supone que entre sus reglas está que es el paciente quien elige de qué hablar, sin ningún tipo de dirección por parte del terapeuta. Si hay preguntas, la mayoría, cuando no todas, deben recoger algo que el paciente está diciendo y ampliarlo y aclararlo, y sólo de vez en cuando ofrecer una impresión u observación que a su vez el paciente recibe e interpreta, y así seguir tirando del ovillo. Por ejemplo: "Es interesante que hayas usado la misma palabra para describir a tu padre y a tu esposa". Puede incluso uno llegar al punto de analizar al propio Paul como terapeuta, y ponerse en el lugar tanto del paciente como del doctor. ¿Qué respondería yo a eso? ¿Qué le diría yo a esta persona? Porque demás, he leído que en Israel se pueden comprar los dvds separados sólo con las visitas de cada paciente, de forma que si uno quiere se puede ver sólo los episodios de los lunes, o de los jueves, y seguir un caso en concreto, ignorando los demás. Creo que es posible, pero yo recomendaría verla en orden cronológico, porque lo que pasa en el resto de días ayuda a entender a Paul como terapeuta, y además hay algún momento en el que es importante haber visto episodios de otros casos. A esto también ayuda el hecho de que Paul vaya a terapia también, idea muy ingeniosa, porque así podemos saber lo que piensa de verdad de sus pacientes y no puede decirles a la cara. Y por supuesto, aunque Paul se aparezca a sus pacientes como pozo de sabiduría (o capullo integral, según los casos) no deja de ser humano, y sus problemas, que los tiene, influyen en su eficacia como terapeuta.
Tras haber acabado la primera temporada, además, la impresión que deja la serie es aún más brillante, porque consigue sortear varios peligros en los que podía haber pinchado. Uno es que el avance de cada caso resultara inverosímilmente rápido. El propio Paul, al hablar con Gina, le recrimina que vaya demasiado rápido en una dirección que según él, debería tardar semanas o hasta meses en alcanzarse. Es lógico que lo diga, y así el espectador aprende aún más sobre el proceso, pero también hay que darse cuenta de que la serie no se puede convertir en una retransmisión en directo de terapias en tiempo real. Resultaría tremendamente lento y tedioso, y el ritmo aligerado está muy bien conseguido, sin dar la impresión de prisa, ni tampoco de demasiada pausa, ni de alargue artificial: los guiones están escritos desde el principio, y no hay SSTP (Síndrome de la Segunda Temporada de 'Perdidos'). Aparte, mientras que unos pacientes acaban de empezar su tratamiento, otros llevan ya semanas con Paul, y en un caso un año entero. Otro peligro era hacer los casos excesivamente cargados para evitar la monotonía: que cada paciente tuviera un aluvión de cosas que le pasaran para así no dejar de contar cosas supuestamente tensas e interesantes. También se evita. Cada caso es lo suficientemente distinto, y lo que pasa cada semana lo hace avanzar en direcciones a veces lógicas y a veces inesperadas, pero sin resultar forzado. Y por último, otro peligro gordo era ponerse melodramático o culebrónico, sacándose de la manga cosas como que a alguien le aparezca un padre que nunca supo que tenía, o que otro rompa a llorar confesando que de adolescente mató a su novia y nunca se lo había dicho a nadie. En alguno de los casos sí que hay resoluciones muy dramáticas, pero cada paso se lo va ganando el guión a fuerza de haber elaborado los personajes. Aparte, las actuaciones de todos los actores es espléndida. Se trata de guiones con muchísimo que expresar, todo con palabras y gestos en primer plano, sin poder esconderse en escenas de acción o caras bonitas. Si alguien chirriara, se llevaría por delante la mitad del minutaje del episodio, nada menos. Y todos cumplen a la perfección.
Por eso, no voy a decir nada spoilerante sobre la serie, a la espera de ver si alguien más la ve y me cuenta lo que le parece. Estoy seguro de que a varios de los lectores habituales de este blog les resultará apasionante, y espero que les resulte otra 'Roma', 'Perdidos', 'The wire' o 'Ala oeste' en términos de descubrimiento agradable.
domingo, 3 de mayo de 2009
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Es cojonuda!! Ná, otra pal bote de seguir (casi) a la vez que allá. La segunda temporada mola casi más que la primera.
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