'Galactica' puede definirse como una serie que a pesar de ser de ciencia ficción, está bien. A quien nunca le acabó de convencer ‘Star Trek’ en sus sucesivas reencarnaciones, o a quien piense que los láseres espaciales son mero escapismo y pérdida de tiempo, con todo lo que pasa en el mundo de verdad, esta serie se le puede recomendar con todas las garantías.
No debe confundirse con la serie del mismo nombre de finales de los 70, ni tampoco es una continuación suya, sino más bien, como lo han definido los propios responsables, un "reboot", un reinicio del ordenador (nunca mejor dicho), consistente en recoger el grano original de la historia y reinventarlo, empezando con un cambio de sexo.
El grano original es que el ser humano inventa unos robots llamados "cylons", los perfecciona, los usa para lo que todas las máquinas (para hacerse la vida más fácil), éstos adquieren conciencia propia, se cabrean porque están esclavizados, se rebelan, hay una guerra y ganamos los humanos. Se firma una paz, los cylons se van a otros planetas a vivir, y en 40 años no se vuelve a saber gran cosa de ellos. Hasta que un día vuelven de repente.
Y cuando vuelven, dicen hola buenas, y en un solo ataque relámpago nos matan a todos, menos a unos 50.000, que escapan por los pelos en naves varias, entre ellas la estrella de combate ‘Galactica’, que da nombre a la serie.
Pero la cosa se complica esta vez porque mientras que antes los robots tenían pinta de robot, rollo Terminator sin piel, todos de metal brillante, y haciendo ffuu y wiish-wiish cuando se mueven, ahora son clavaditos a los humanos, totalmente indistinguibles. Y claro, la paranoia se extiende: ¿es el tío que tengo delante uno de ellos? ¿Y mi pareja? ¿Y yo mismo?
Otro detalle importante es que todo esto no le pasa en realidad al ser humano, o sólo en cierto modo. Porque toda esta gente y robots viven (o vivían) no en nuestra Tierra, sino en 12 planetas distintos que quedan vaya usted a saber dónde por ahí lejos en el universo sideral, y la Tierra es donde vive una mítica decimotercera tribu que en la noche de los tiempos se separó de las otras doce y se las piró por la vereda. Hasta ahora la Tierra era cuento, leyenda y hasta mito religioso, pero ahora, con la hecatombe, la Tierra se convierte en la última esperanza de los supervivientes, de los que obviamente los cylons no se olvidan y a los que persiguen implacables.
O bueno, igual no tan implacables, porque ya van cuatro años y aún no han podido con ellos. La excusa principal es que el ‘Galactica’ es una nave antigua que no estaba conectada a la nueva red de redes, y por eso es más difícil rastrearla. Ah, bueno, entonces vale. Y es que los guiones de la serie a veces se parecen mucho a lo que cuentan: tienen que escaparse continuamente de quedar atrapados por la posible incredulidad de un espectador que ha de preguntarse tarde o temprano cómo es que los "tostadores" (así se los apoda) son a veces tan incompetentes. De hecho, la principal debilidad de la serie son los tales cylons, que da la impresión de que estaban bastante inacabados en su concepción al empezar la historia, quizá para luego poder hacer con ellos lo que se quisiera, y cambian de comportamiento e intenciones todo el tiempo. Al cabo de la serie veremos que no están de acuerdo unos con otros y que hasta tienen su religión, monoteísta, comparada con la politeísta de los humanos.
Sin embargo, lo que hace a esta serie brillante es que no es una simple sucesión de misiones para que los pilotos del ‘Galactica’ se luzcan (aunque no faltan de estas), sino que aparecen temas como terroristas suicidas, el mantenimiento de la democracia en tiempo de guerra, el derecho a la preeminencia de lo civil sobre lo militar, el tratamiento de los que son diferentes, el derecho a juzgar crímenes de guerra, y varios otros de peso moral, que sin duda están sacados de la actualidad de lo que en la Tierra llamamos principios del siglo XXI. La pena es que a menudo todos estos temas, muy interesantes, están tratados en forma de minicrisis de episodio único, que se plantean, anudan y desenlazan en 42 minutos, en lugar de crear una corriente continua que reaparezca sin cesar, y que defina a ese mundillo que se acaba de crear. Otra cosa un tanto decepcionante es que el 90 por ciento de la serie se basa en el ‘Galactica’, cuando la flotilla superviviente consta de otras muchas naves: de transporte, de recreo, de refinería, hasta de prisión. Obviamente, el título ya avisa, pero me parece una oportunidad perdida: ¿qué pasaría si la humanidad quedara reducida a 50.000 personas, con un depredador superior por encima en la pirámide? Da la impresión de que los militares siguen siendo militares, los camareros camareros, y hasta los periodistas periodistas, con sus micros y sus cámaras en bandada tras la noticia, cuando, insisto, su audiencia ha quedado reducida a 50.000 personas. Si la historia fuera verdad, ¿no se obligaría en seguida a que todo el mundo recibiera formación militar? ¿A que todo el mundo trabajara con las manos, aprendiendo a arreglar cosas, a fabricar combustible, a producir comida? ¿No se olvidaría que hay 12 tribus, cada una con menos de 5.000 supervivientes, sino una sola raza humana? ¿No tendrían que saber todos hacer de todo, y ya mismo, porque aunque los cylons desaparecieran de repente, seguimos siendo 50.000 nada más? Sería realmente fascinante ver cómo una sociedad así se organizaría (hasta donde pudiera) y progresaría (o se acabaría de autodestruir).
Otra cosa decepcionante es que cuanto más avanza la serie, menos esfuerzo de "creación de mundo secundario" hay. Esta es una expresión que usaba Tolkien para referirse a su Tierra Media. Imagínese que en Minas Tirith hubiera equipos de fútbol. O que hubiera elfos llamados Paco, Pepe y Maruja. Pues algo así pasa en la serie: tras empezar con una apropiada sensación de distancia, donde tienen deportes distintos y todo, que sería lo normal, en episodios más tardíos encontramos mesas de billar verdes y con bolas de colores como las nuestras, música rock como la nuestra, vestidos de cóctel con tacones como los nuestros, y personajes que se apellidan Kelly, Hughes o Da Silva. O sea, que acaba pareciendo ‘Top Gun’ con cielo negro. Puede parecer poca cosa, pero yo creo que podían haberse currado el tema un poco más.
Estoy poniendo mucha queja, pero a pesar de todo sigo diciendo que es una serie que merece la pena verse, sobre todo a quien busque un poco de variedad como espectador. Al fin y al cabo, como se decía en ‘Frasier’, sólo hay un placer mayor que una cena perfecta, y es una cena perfecta-excepto-por-un-fallito, para así poderse dar el placer adicional de ponerse criticón. Hay suficientes series de médicos, policías o abogados para vivir de ellas sin ver nada más, pero si se come un poco de todo, es tiempo bien usado el engancharse a esta serie. Qué demonios, sale el teniente Castillo de almirante espacial, así que sólo por eso ya empieza con el aprobado seguro, y Katie Sackhoff hace un Starbuck (perdón, una Starbuck) que se hace perdonar con creces el cambio de sexo que se mencionó al principio. Cañera y resultona, se la puede creer uno como nena dura del hiperespacio sin ningún problema. En cambio, la calientabraguetas de Número Seis (Tricia Helfer) no me acaba de dar más. Y es una pena que las carátulas de los dvds abusen del reclamo sexual poniéndola a ella la primera o incluso a veces la única en la foto.
viernes, 2 de enero de 2009
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