Pocos títulos, pero cuidados

¿Necesita el mundo otro blog de cine? Pues seguramente no. Pero aquí está de todas formas. Bienvenidos a los que quieran quedarse. Lo principal que se debe saber es que este blog incluirá pocos títulos, pero tratados con espacio y cuidado (hasta donde llegan las luces de quien escribe), y que cada entrada consta de (1) presentación (sin spoilers) de cada título, para quien quiera pensarse si verlo o no, o recordar cuál era, (2) carátula, y (3) comentario/discusión de cierta extensión (con spoilers y sin avisar), para leer después de verlo.

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miércoles, 26 de agosto de 2009

Studio 60 (2006-2007)

(Agradecimientos a JackRackham)

'Studio 60 on the Sunset Strip', por citar el título original completo, fue una serie esperadísima en el momento de su estreno ("eagerly anticipated"), debido sobre todo al nombre de su creador: Aaron Sorkin, el mismo que puso en pie 'El ala oeste de la Casa Blanca'. Mientras que en el mundo del cine es más frecuente encontrar proyectos nuevos que produzcan tanta expectación debido a la fama de su director o actores principales, en la televisión no ocurre tanto, aunque eso está empezando a cambiar, ahora que las audiencias de teleseries norteamericanas suben como la espuma, y lo nuevo del que hizo 'The wire' o 'Los Soprano' o 'Buffy' ahora va a ser noticia instantánea. O mejor dicho, "el visionado" de series, en vez de "la audiencia", porque debido a internet la gente cada vez ve menos televisión en televisión a la antigua usanza, y muchos espectadores no salen en las cifras oficiales. 'Studio 60', sin embargo, pasó de un debut prometedor, con 13 millones de espectadores en la NBC, a ir perdiendo progresivamante audiencia, teniendo problemas para ser renovada tras las navidades (el estreno fue en septiembre) y consiguiendo acabar sólo una temporada de 22 episodios.

El tema de esta serie de televisión es... una serie de televisión. Está ambientada entre los guionistas y actores de un programa de sketches humorísticos al estilo del famoso 'Saturday night live', aunque tanto el programa en sí (el 'Studio 60' del título) como la cadena que la emite (NBS) son ficticios. Es decir, que sigue el modelo de basarse muy de cerca en algo auténtico, pero llamarlo de otra forma para poder dar una sensación fiel de realidad y a la vez no quedar encorsetado por nombres, cadenas o programas verdaderos.


Alguno de los personajes o situaciones sí que están basados en acontecimientos reales, pero sólo como punto de partida. Según dijo el propio Sorkin, "a partir de la página cuatro, ya es todo ficción". Entre estos motivos reales está el de la adicción a la cocaína que viene de sufrir el productor ejecutivo del programa, problema por el que pasó el propio Sorkin, o el hecho de que la actriz principal del show sea una rubia cristiana practicante, cosa que también le pasó al propio Sorkin con una novia que tuvo, Kristin Chenoweth, que se incorporó como actriz a 'El ala oeste' justo cuando Sorkin dejó dicha serie. Es decir, que a diferencia de lo que ocurre en 'Studio 60', donde Matt Albie (Matthew Perry) se hace famoso como guionista a base de escribir material para su churri, Harriet Hayes (Sarah Paulson), Chenoweth nunca llegó a interpretar diálogo escrito para ella por Sorkin. También se ha dicho que el personaje de la productora Jordan McDeere (Amanda Peet), está basado en una ejecutiva real, Jamie Tarses, la primera mujer de la historia en llegar a ese puesto en una de las grandes cadenas estadounidenses.

Quienes hayan visto (y rendido la pleitesía que se le debe a) 'El ala oeste' quizá les sorprenda saber que Aaron Sorkin es uno de los guionistas más criticados de Norteamérica. Mientras que su maestría en el uso de un diálogo rápido, inteligente, chispeante, ingenioso y hasta educativo no está en duda, y es su sello inconfundible, se le suele tachar de arrogante, inmodesto, petulante, elitista y (hablamos de los EE.UU. de A., no olvidemos) ultraliberal. O sea, lo mismo que le achacaban al presidente Bartlet (Martin Sheen) en 'El ala oeste'. Será por eso, pues, por lo que ambos me caen bien: valen, y saben que valen, y lo que valen. Este tono se ve principalmente en la escena marca de la casa de Sorkin, y de su director de cabecera, Thomas Schlamme: el ver a dos o más personajes "power-walking", o sea, hablando a toda leche y con gran elocuencia de Temas Muy Serios Y Urgentes Y Mayúsculos mientras caminan decididos, arremangados, apresurados y tensos hacia una u otra oficina donde van a salvar a la civilización occidental de una crisis de misiles, una ley demasiado conservadora o un falso y calumniante rumor. Es todo un ballet coreografiado, con tomas que a menudo duran minutos en vez de segundos y que hay que repetir decenas de veces hasta que salen clavadas. Ahora, cuando salen, son una maravilla. Además, incluso cuando no se trata de escenas de una sola toma, el diálogo no deja de ser nunca igual de denso, cargado, veloz y hasta agotador en su brillantez analítica. Si alguna vez a alguien le falta un café para espabilar y no lo tiene a mano, que se ponga una escena de estas y le entrarán ganas de invadir Polonia.

El problema es que mientras en un presidente de los Estados Unidos esas características se pueden aguantar a cambio de presenciar altos ideales, honradez sin tacha, patriotismo evidente y gran capacidad intelectual, en una serie sobre un programa de sketches tal "self-importance" ("auto-importancia", digamos) puede llegar a estomagar a la gente con mucha facilidad. Cuando Bartlet se pone elocuente y tajante a la hora de rechazar ataques de la derechona cristiana, de justificar actuaciones de su ejército en el extranjero o de proteger a sus hijas del terrorismo, es difícil aplicar el mismo tono a la calidad de la programación televisiva, a si alguien ha plagiado un chiste, a si faltan 37 segundos de diálogo, o a la injerencia de los ejecutivos en un programa de humor y sketches irreverentes. La brillantez de Sorkin está en que llega a conseguir ese mismo tono de Cosa Importante, a pesar de esta gran diferencia en los temas de ambas series. Sorkin no se disculpa en absoluto por este estilo: "Exige atención del espectador, no es música de fondo, y no está hecha para verse mientras se hojea una revista o se acuesta a los niños. Hay que verla atentamente de principio a fin".

Y de hecho, a menudo 'Studio 60' trata muy poco del día a día de un programa de televisión (que también se ve), sino de temas de ideología aplicada a la actualidad nacional: racismo, censura, derecho a la intimidad cuando se es famoso, calidad de la programación, creatividad versus intereses económicos, adicciones a las drogas y el castigo que merecen, si es que merecen alguno... Esto se ve clarísimo en los cinco últimos episodios, que ocurren en el espacio de un día o dos, donde la guerra de Afganistán invade la actualidad del programa, al afectar de cerca a uno de sus componentes. En ese momento, y ante algo tan importante, la profesión de los afectados da igual cuál sea: ya no es una serie sobre una comedia televisiva, sino una serie sobre terroristas y soldados, territorio familiar para alguien que fue autor no sólo de 'El ala oeste', sino también de 'Algunos hombres buenos', 'La guerra de Charlie Wilson' y 'El presidente y Miss Wade'. Parece que con la temporada ya condenada, la única manera de intentar elevar los índices de audiencia era una gran crisis, en la que por si fuera poco también hay una preñez dificultosa por el medio. Hay incluso una frase en el diálogo que viene a decir algo así como que un embarazo complicado es el "manipulador de emociones" número uno para enganchar a la gente (sobre todo a las mujeres en edad de ello) al guión de una serie. En un rizar el rizo de la metatelevisión, aquí no sólo se dice, sino que además se hace.

Es por ahí por donde se le han metido a Sorkin a la hora de criticarlo: que esos diálogos entre gente tan brillante y siempre tan capaz de encontrar la frase justa que decir casi sin pensarla suenan a falso, casi tanto como ver a dos rudas bandas callejeras peleándose... con pasos de baile en 'West Side story'. Es algo a lo que hay que acostumbrarse, lo mismo que cuando se ven musicales u obras en verso. Ya sabemos que nadie expresa sus sentimientos bailando o declamando, pero esta obra en concreto sí. Si aceptas la estructura formal, disfrutarás la obra mucho más que si te empeñas en tratarla como un fallo irremediable, y en este caso ese "rapid-fire dialogue" es parte del estilo externo. No en vano el primer amor de Sorkin fue el teatro y su capacidad para desarrollar diálogos, y allí estrenó 'Algunos hombres buenos' a los 28 años de edad. Quien recuerde la versión cinematográfica con Tom Cruise, Jack Nicholson, Demi Moore y Kevin Bacon se puede dar cuenta de cómo de fácil se podría montar en teatro con tres o cuatro decorados. El éxito fue tan grande que Sorkin se pasó en seguida al mucho más lucrativo (y popular) mundo del cine y la televisión. En 2007, tras el cierre de 'Studio 60', volvió a los escenarios con una obra de teatro... sobre el inventor de la televisión.

Al igual que pasaba en 'El ala oeste', otro ingrediente de la serie es las relaciones amorosas, que también aparecen representadas como si fueran negociaciones para la firma de un tratado sobre entrega de armas, sobre todo la de Matt y Harriet, cuyos encuentros y desencuentros son aún más enervantes que los de Josh Lyman (¡Láiman!) y Donna en 'El ala oeste'. Fustigar a la derecha evangélica es una de las preocupaciones típicas de Sorkin (que además, es judío, si es que es algo), y la pobre Harriet tiene que aguantar carros y carretas de Matt. El acento en las relaciones personales se nota sobre todo en la segunda mitad de la temporada, y aunque Sorkin dice que ya estaban previstas y que no se metieron con calzador debido a la baja audiencia (9 millones, en el puesto 52, y bajando hasta 7.7), sí que añadió que tenía la esperanza de que atrajera a espectadores que de otra forma no estarían interesados en la serie. El presidente de la NBC, Kevin Reilly, llegó a decir que en realidad la serie debía verse principalmente como comedia romántica. Otra razón que Sorkin dio para que hubiera espectadores que no se engancharan es que habla de gente de la que se percibe que "no tiene un trabajo de verdad", que gana millones a base de disfrazarse, poner voces raras y cachondearse de políticos y actores mientras los curritos de verdad sufren para llegar a fin de mes. Esto le pasa por ejemplo a uno de los personajes, Tom Jeter (Nate Corddry), cuyos padres de la América profunda no ven este tipo de programas y no siguen su trabajo.

Me estoy refiriendo mucho a 'El ala oeste' y trabajos previos de Sorkin, pero es lo que tiene ser una personalidad con sello propio, que todas sus creaciones forman parte del mismo 'Territorio Sorkin', por así llamarlo, y unos explican y complementan a otros. Una de las frases más agudas que se dijeron sobre 'Studio 60' salió en el 'New York Times', afirmando que "está llena de ex-alumnos de 'El ala oeste' que aún parecen llevar las acreditaciones de la Casa Blanca alrededor del cuello". Y así es: uno de los personajes principales es el productor ejecutivo, Danny Tripp, interpretado por Bradley Whitford, que se acabó convirtiendo en el alma de 'El ala oeste' como Josh Lyman (¡Láiman!). Timothy Busfield, que hizo de sabueso reportero que sale con la portavoz del gobierno, pasa a ser Cal Shanley, el realizador del programa, y hasta Allison Janey, la mencionada portavoz, aparece como presentadora invitada de uno de los programas.

A pesar de todo, la crítica de la serie va dirigida, si es que va a alguna parte, al espectador en general. Ninguno de los ejecutivos de la cadena son mala gente, sino que tienen un trabajo que no termina con la redacción de guiones. Jordan McDeere resiste con todas sus fuerzas aprobar programas de tele-realidad y decide comprar una serie ambientada en la ONU. El presidente de la cadena, Jack Rudolph (Steven Weber), siempre protesta por todo, pero acaba demostrando su corazoncito. Sólo que a veces ese corazoncito está al borde del infarto por un porcentaje más bajo de lo normal, que a su vez significa millones perdidos en ingresos. Y aún en el escalón superior, Wilson White (Ed Asner), el jefe de la multinacional que a su vez posee la NBS, también se acaba poniendo de parte de los buenos cuando toca negociar con los chinos. Esto está hecho a propósito, y resulta más interesante el ver las razones por las que un presidente toma una decisión polémica que convertirlo en un capullo reaccionario sin más. Por eso digo que la crítica se centra en el espectador, que es quien tiene que responderse a sí mismo cosas como qué tipo de programas quiere ver o si le parece que es correcto hacer pagar a la NBS una multa millonaria por un "fuck" de un soldado filmado en directo al que le estaba cayendo un obús cerca. Y a raíz de ese incidente, ¿debería haber un retraso de unos segundos en la emisión de las noticias para poder "tapar" este tipo de cosas? ¿Eso no es censura informativa? Porque se empieza tapando un taco y se puede acabar tapando una crítica al gobierno hecha por un general, por ejemplo.

Al final, al igual que en 'El ala oeste' le entran a uno ganas de que ojalá todos tuviéramos a Bartlet de presidente, en 'Studio 60' acaba deseando uno que todos los programas pudieran estar llevados por gente como Matt y Danny. Y sobre todo, que todos pudiéramos tener de jefa a Amanda Peet, que está como un tren y que tiene una sonrisa y unos ojos que iluminan la pantalla. Hablando de su personaje, Jordan McDeere, es todo un prototipo de mujer moderna acosable y acosada por la mentalidad conservadora. Casada joven y divorciada, abortó, iba a clubes de sexo en grupo (aunque sólo de voyeur, y porque la llevó el marido), no quiere tener hijos (aunque esto se pondrá a prueba más tarde), le da un poco demasiado a la bebida, y triunfa como mujer en un mundo de hombres. Y por si fuera poco, el ex va a escribir un libro sobre ella contándolo todo, todo y todo, y en las entrevistas con la prensa ella dice lo que piensa y nada más. Toda una heroína liberal, que puede uno creerse o no, pero que arrastra si te dejas llevar, como el resto de la serie y sus altos ideales. El propio Sorkin dice que igual que 'El ala oeste' era una tarjeta de San Valentín dirigida al buen servicio público, 'Studio 60' lo es al mundo de la televisión. Y como en las tarjetas de San Valentín, uno se queda con lo mejor de la persona a quien se dirige, a pesar de sus defectos. Ese es el espíritu con el que disfrutar esta serie.

7 comentarios:

  1. No la he visto, no tenía ni idea, pero me convence por varias razones:

    - Sorkin
    - Actores de TWW (Ese Jooooosh... Láiman!!!)
    - No le mola a la audiencia yankee.

    Juas. La que más me gusta es la tercera. Me hace mucha gracia que una peña que se cree la lucha libre esa de Hulk Hogan y que ve telerealidades a cascoporro, y nos invade con seriemierdas sobre adolescentes brujos, vampiros, ricos, pijos, modelos, estrellazas y demás (productos todos ellos que al final todos copiamos!) encuentren que una serie como esta es "poco creíble".

    Seré mala, pero es que creo que si una serie tiene una enorme calidad y es tremendamente inteligente, no gusta. Y no gusta, lo siento, porque la gente es idiota. Sorry. Soy así de snob, arrogante, creída y chula. (Vota a Barlett!!!) Es así, y pasa en todas partes. Cultura para todos a las tres de la mañana. Basura a toneladas. Humor escatológico y mongol. Guapitos de cara. Chorradas. Es lo que más vende, aquí y en la China popular.

    Conozco a mucha gente que dice que TWW es un rollo total. No me lo explico, porque a mí y a muchos otros (aunque me temo que semos minoría) nos dejó enganchadísimos y con la boca abierta. Joder, si es que hasta saltas del sofá y haces la ola con algunos diálogos!! Te pones a verla todo convencido de tus ideas y consiguen ponértelas del revés, y lo mismo no te convencen, pero han conseguido que te lo replantees un rato. Eso me gusta y me pasma en una serie.

    Que la gente no habla tan rápido ni son tan listos y elocuentes? Oh, claro. Pues póngannos mediocridad y estupidez, que eso sí lo entendemos sin esfuerzo. Póngannos brujas pijas con bares de copas, que se ponen un vestido tirantes y dicen que están en el Olimpo Griego atacando a no sé qué demonio maligno, que es mucho más creíble.

    No sé, siempre me ha fascinado esa excusa que tantos esgrimen de: "buf, después de un día de curro y estrés no quiero pensar, quiero entretenerme". Pos será que soy rara de cojones. Porque después del peor día de mi vida lo que no quiero es fundirme las neuronas viendo chorradas. Al revés. Sáquenme de esta miseria. Háganme pensar. Estimulen mi materia gris. Sorpréndanme. Diviértanme con algo inteligente, por dios. No me echen encima telemierda de esa, porque entonces ya me suicido.

    Que tomo nota, vaya.

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  2. Jo, no te había leído. Studio 60 rules, man.
    De hecho por afinidades es una de las series que más feliz me ha hecho. Y sabes que venero the Wire, adoro a Soprano y flipé con el ala oeste. Pero Studio 60 me tocó la fibra y lloré con el último capítulo como una magdalena. Entre otras cosas porque era el último.

    Por cierto, te toca ver Freaks and Geeks.

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  4. Len, que no te había leído a tí tp. Te va a encantar.
    Y no te engañes. Yo gracias a todas estas joyas de la dramaturgia moderna me dí cuenta de que los yankis no son tontos. Lo que pasa es que son muchos.
    Por cierto, neno. Tu blogo hace extraños, me ha borrado un comentario sin venir a cuento...

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  5. Jack, alguna vez lo que parece pasar es que no entra el comentario a la primera y hay que enviarlo otra vez. Por si acaso, antes de darle a 'publicar', copia el texto para poder volverlo a pegar en la caja si te da renuncio.

    Tu llorera demuestra que lo del bebe como recurso manipulador de audiencias funciona. Tic, tac, tic, tac, je je.

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  6. Los cojones, que aún no he encontrao un reloj q no pudiese parar sacándole una pila.
    Lloré porque se me acababa la puñetera serie.
    De hecho, creo que el síndrome del último capítulo está al cantounduro de convertirse en una patología documentada. Y si no la tienen bien estudiada deberían darse un paseo por mi casa cuando empezamos a ver que sólo nos quedan tres o cuatro dosis de lo que estemos viendo. Drama.
    Y hablando de Studio, ahora estamos viendo 30 Rock. Es el humor y la duración de los capítulos de Arrested Developement (una de las comedias más gamberras y fascinantes de los últimos tiempos que no sé si viste pero deberías) con personajes que hacen un programa diario de entretenimiento en directo como los de S60 (y que debe ser una de las experiencias laborales más bizarras del universo). No llega a ser Arrested (que es al humor lo que The Wire a la vida), pero casi.
    Por cierto, por fin arrancamos en serio con Breaking Bad y le pillamos el punto. Cualquier día la hijaputa se nos acaba.

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  7. 'Studio 60' y '30 Rock' nacieron a la vez, tratando sobre el mismo tema, pero desde puntos de vista distintos. Y al final la que duro fue Zerirrak. Hubo quien dijo que estaba bien que la duracion de los episodios de cada una viniera en el nombre de la serie, jeje.

    Sobre '30' ya algo dije:
    http://blogorn.blogspot.com/2008/10/30-rock-2006.html

    Y Los Tiempos Neoyorquinos tambien:
    http://www.nytimes.com/2007/09/23/arts/television/23stei.html?_r=1&scp=29&sq=%22studio%2060%22&st=cse

    'Arrested' estoy en ello, vista la primera. Mola. De 'Breaking bad' creo que tienen dicho que quieren llegar a cinco temporadas, pero ya veremos, como siempre.

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